Por cierto, este viernes vuelo a Seúl !!
Ya tengo el visado!!
Ayer conseguí hacerme fuerte en un asiento del metro en hora punta. Cuando no tengo un libro, o incluso cuando lo tengo, me gusta mirar a la gente que hay alrededor de mí. A mi izquierda un hombrecillo que rozaba los setenta releía unos apuntes en un cuaderno de espiral mientras recitaba y repetía susurrando. La curiosidad hizo que fijara mi atención en el cuaderno y en sus múltiples líneas escritas a lápiz, marcialmente ordenadas. Se trataba de unos apuntes de inglés cuidadamente manuscritos, en los cuales, se podía leer una completa lista de vocabulario anglosajón que el abuelillo intentaba memorizar con ahínco. La lista estaba distribuida en tres columnas, de las cuales, la primera era la palabra en inglés, seguida de su traducción al español, y por último una tercera columna con la trascripción fonética de la misma. Cuando me fijé enla tercera columna ví la palabra "teibol" escrita, bajo ella se encontraban "güindou", "cher", "pensil" y otras más. No pude dejar escapar una amplia sonrisa con el método de pronunciación casero del hombrecillo, que parecía estar firmemente resuelto a aprender inglés aún a pesar de sus años. Noble propósito y admirable esfuerzo.

Dos paradas más allá, rescaté de mis memorias mis inicios con el idioma coreano, y tengo que admitir que no distaban mucho del método utilizado por aquel hombre. Hace ya más de un año y medio comencé con mis compañeros un curso intensivo de coreano en Seúl. Por motivos ajenos a nuestras voluntades llegamos una semana tarde a las clases (visados vuelos y demás papeleos). Todos teníamos la firme convicción de que una semana perdida no sería demasiado handicap si poníamos un poco de nuestra parte, y nos imaginamos que todavía seguirían estudiando las letras en la segunda semana. Cuán equivocados estábamos. El abecedario había sido impartido exclusivamente el primer día, y el aprendizaje se había convertido en una auténtica carrera de obstáculos para nosotros desde el principio. Aquellos extraños símbolos que tomaban vida en la pizarra se conjuraban diariamente en cada lección para convertirme en el más tonto de la clase, y durante las dos/tres primeras semanas todo aquello fue un infierno.

Recuerdo cómo inicialmente intentaba copiar de la pizarra las letras buscando sus similitudes más físicas con el abecedario manchego. Así pués 입니다 (verbo ser) o cualquier otro verbo terminado en 니다 lo asociaba directamente a "algo" terminado en "LICT", que era lo más parecido visualmente en nuestro idioma a aquellos palos y rayas. Como el método en cuestión no era válido nada más que para copiar del encerado al papel, y la mayoría de las veces era imposible establecer relación visual alguna con nuestro abecedario (inténtese con 개새끼 por ejemplo), decidí abandonarlo por pura necesidad.

Mi segundo método elegido fue el del señor del metro, es decir, la transcripción fonética literal de las letras coreanas, de esta manera 입니다sería "ibnida", y 개새끼 sería "keseki". Este método nunca hubiera funcionado si la disposición de la clase, en la que formábamos una especie de semi círculo en torno a la profesora hubiera sido otra. Las clases eminentemente participativas se regían un clásico modelo de "yo hablo, vosotros repetís". Afortunadamente, yo era siempre el último de la ronda, por lo que tenía tiempo suficiente para anotar debajo de cada palabra en el libro de texto su transcripción fonética literal. Así era todo coser y cantar. 가족 era "kachok" y 만나서 반갑습니다 era "manasó pangabsibmnida". Facilísimo. Cuando la profesora decidió sin consulta previa cambiar el orden de la clase situándome el segundo, tuve que aprenderme las letras, no hubo más remedio.



PD. No seais burros: Si estais interesados en aprender coreano en condiciones dejad los métodos rupestres y aprended el abecedario desde el principio; no os llevará más de tres días. Escribir y leer es pan comido. Otra cosa es saber qué se está leyendo...




.
Si pasan ustedes por Madrid, y tienen tiempo más que suficiente como para perdelo, no pueden dejar la ciudad sin ser testigos de este insólito e inaudito fenómeno. Calle Ibiza, esquina Narváez. Calle Narváez esquina Ibiza.

Existen situaciones que observadas puntualmente o incluso en períodos recurrentes, son tan banales que jamás atraerían nuestra curiosidad ni repararíamos en ellas. Otras que en un principio podríamos considerar considerar de un azar y de un carácter fortuito sin precedentes resulta que no lo son. Sin más, el hecho de que cada mañana nos crucemos al mismo vecino paseando a su pateable chiguagua cuando vamos al trabajo, no obedece más que a una lógica probabilística aplastante y desoladora, por mucho que nos empecinemos en su -inexistente- factor aleatorio. Que el ascensor de mi casa siempre esté en el último piso (que es el que menos vecinos tiene) realmente tiene su explicación lógica. Las casualidades y coincidencias, en la mayoría de los casos, no son tales, pero preferimos que lo sean. Nos gusta rebozarnos en la fortuna y el azar como forma de vida, reconózcanlo. Reconozcan también que alguna vez orinaron en la ducha.

Lo reconozcan o no, lo cierto es que les entiendo. Resultaría tedioso y de un esfuerzo titánico analizar todos nuestros encuentros, todas las situaciones que vivimos de una manera exhaustiva para depurar y separar el azar de nuestras vidas. Nuestro cerebro se volvería loco. Cuando Maricarmen y Paqui se encuentran el lunes en el puesto de verdura del mercado, sus mentes simplifican: "Maricarmen! Qué haces tú por aquí? Qué casualidad!!". Ni por un instante se paran a pensar que su encuentro realmente se debe a factores causales y no casuales; en ningún momento reparan en que para que se hayan cruzado en el mercado se ha producido una concatenación de factores de probabilidad más que habitual. Resultaría ridículo que lo hicieran.

Maricarmen siempre prepara coles de bruselas los lunes para Juanjo, su marido. Juanjo es viajante, y los lunes suele ser el único día que puede comer en casa. Junto con las coles, su comida preferida es la palometa. Ese día suele llegar sobre las tres de la tarde, dependiendo del tráfico. Su mujer le recibe con la mesa puesta y las noticias de Antena 3 en el televisor. Cuando Maricarmen, ama de casa, termina las tareas del hogar, a eso de las 12 siempre va al mercado a comprar coles de bruselas.

Paqui, empleada de Caja Madrid a punto de jubilarse, trabaja en la sursal que está junto a su casa, aunque realmente es su casa la que está junto a la sucursal, ya que decidió mudarse con su marido (Francisco, que en paz descanse) hace más de veinte años para estar más cerca del trabajo. Antes vivían en Villaverde. Paqui va al mercado dos veces a la semana todos los lunes y jueves a eso de las 12, aprovechando el descanso (no escrito) del pincho de mediodía. Le da tiempo a comprar y a subir a casa con la carga antes incluso de que los demás hayan vuelto. A Don Venancio, su jefe, no le gusta que la vean en el mercado en horas de trabajo, pero él, que también es vecino del barrio, siempre que puede se escapa a pasear al perro, también en horas de trabajo. Una vez, el pobre animal se hizo sus necesidades en la salita porque Don Venancio estaba trabajando.


Causal?, casual?, necesariamente causal? casual de necesidad? Al fin y al cabo, Paqui y Maricarmen se encontraron en el mercado y eso es lo que importa. Yo lo único que sé es que cada vez que cruce esa calle, el semáforo estará siempre en verde para mí.


.